No sé qué pensaba que sería este libro cuando lo cogí para
leerlo pero desde luego, lo que encontré no lo esperaba en absoluto.
¿Sabéis cuando un
libro espera pacientemente en la estantería, sin protestar y vosotros pasáis
delante, lo miráis un poco, estáis tentados y al final os decidís por otro? Eso
me pasaba a mí con El abuelo que saltó
por la ventana y se largó. Lo veía y me llamaba la atención pero, no sé por
qué, no acababa de decidirme. Finalmente, hace unos días, mis padres me comentaron
que era muy divertido y como yo quería una lectura divertida, me animé.
¡Y cómo me alegro de
haberme animado! Porque, si bien no es un libro de carcajadas constantes, sí lo
es de escenas disparatadas y de sonrisas que nos acompañan página, tras página
y eso lo hace, como ya me habían dicho mis padres, muy divertido.
Allan Karlsson espera
en su habitación de la residencia de ancianos donde vive para bajar a celebrar
su cumpleaños número 100 al que asisten periodistas, todo el personal de la
residencia y hasta el alcalde pero, de pronto, piensa que nada de eso va con él
y vestido con su mejor traje y unas pantuflas decide salir por la ventana y largarse.
Si pensamos que, debido a su edad, no llegará muy lejos, estamos más que
equivocados. Allan va a demostrarnos que a los 100 años, ¡la vida no ha hecho
más que empezar!
Y mientras acompañamos
al anciano en una serie de episodios a cual más absurdo y conocemos a sus
nuevos amigos, personajes curiosos, cuando menos, repasamos también su vida,
una vida igual de trepidante, disparatada e hilarante que la aventura en la que
ahora está entretenido.
Pero es que, con
Allan, todo parece tremendamente sencillo, las cosa se suceden una tras otra,
locura tras locura y sin que nuestro protagonista tenga más pretensión que
vivir, razonablemente cómodo, o un plan determinado. Se deja llevar, cayendo
siempre de pie, para deleite de los que leemos sus aventuras y desesperación de
quienes le persiguen.
Resulta curioso que
alguien que se niega a meterse en política se encargue de hacernos, de una
manera aparentemente muy inocente, una crítica feroz y brutal a la sociedad en
que nos movemos y de tantas grandes figuras e ideologías. Allan Karlsson no
quiere saber nada de ninguna pero nos habla de todas y se ríe de ellas
constantemente. Imagino que, por eso entre otras cosas, este libro es
diferente.
Con una prosa muy
ágil, unas conversaciones frescas y ocurrentes, una acción loca, sin pausas y
unos personajes con los que es imposible no encariñarse, este libro es uno de
los mejores que he leído últimamente. Me he reído, he pensado y sobre todo, he
disfrutado de una historia original, muy bien escrita y muy bien planteada.
Si aún no sabéis como
sigue la historia de este abuelo que saltó por la ventana, ¡no os lo perdáis!
Creo, de verdad, que os va a gustar.