jueves, 29 de noviembre de 2012

La caída de los gigantes. Kent Follet.


    Como tantos otros compañeros blogueros yo me vi en la urgencia de leer este libro cuando desde la editorial me ofrecieron muy amablemente el segundo volumen de la trilogía.

    No es que no fuera a leerlo si esto no hubiera pasado, no señor. Me lo habían regalado unos meses antes y esperaba pacientemente su turno. Al ser un libro tremendamente grueso el pobre veía como se iban colando unos y otros en la lista de pendientes y es que, aunque yo suponía que sería de lectura ágil y ligera, no acababa de ver el momento de enfrentarme, de nuevo, a la literatura agridulce de su autor.

    Leí a Kent Follet por primera vez en plenos finales de 5º de carrera. Entre literatura hispanoamericana, gramática histórica (que arrastraba de años anteriores), historia de la lengua y yo qué sé cuántas asignaturas más, necesitaba una lectura fácil y entretenida para antes de ir a dormir. Mi madre, muy sabiamente, me recomendó Los pilares de la tierra y yo, ingenua de mí, pensé que con eso tenía para rato. El libro duró una semana en mis manos y me hizo conocer las características de este escritor, con lo bueno y con lo malo de todas ellas.



    Más adelante volví a encontrarme con él en alguna ocasión pero no llegó a engancharme como con su novela estrella. Por eso, entre otras cosas, me hacía la remolona a la hora de enfrentar esta trilogía que, sabía, me iba a obligar a pasear el libro por todas partes para seguir leyendo pero que a lo mejor no me fascinaba como la primera vez. No olvidemos que La caída de los gigantes tiene más de mil páginas y la que yo tengo en casa no es la edición de bolsillo.

    En fin, que cuando llegó por mensajería  El invierno del mundo, del que hablaremos en la siguiente reseña, decidí que había llegado el momento de reencontrarme con este autor y de paso, de refrescar un poco mis nociones de historia contemporánea, que siempre viene bien.

    En esta trilogía nos vamos a encontrar con una serie de familias, situadas en puntos muy estratégicos del mundo y con ellas vamos a ir siguiendo el desarrollo de algunos de los acontecimientos más importantes del S.XX.

    Estados Unidos, Inglaterra, Alemania, Francia y Rusia van a ser los principales puntos por los que vamos a pasear pero también nos asomaremos a tierras galesas, escocesas y austriacas de la mano de personajes oriundos de las mismas que tendrán mucho o poco que decir pero bastante importante.



    No os voy a presentar a tooooodos los personajes porque creo que os aburriría y además, me parece que lo bonito es que los vayáis conociendo vosotros. Lo que sí os voy a decir es que vale la pena ir viendo la evolución de todos ellos y que el hecho de que esta sea una novela coral hace la lectura más entretenida. Con cada familia vamos a ir conociendo lugares, situaciones y hechos propios de los diferentes países y vamos a acompañarlas a medida que avanza su historia y la de su tierra. Eso es lo que hace de esta lección de historia un cuento largo para mayores, ¿no? Conocemos a los personajes y vemos cómo cambiaron el mundo.

    Sí debo decir que, bajo mi punto de vista, el autor se centra demasiado en la guerra, esta vez en la Primera Guerra Mundial. Es cierto que fue algo fundamental y que sin ella el mundo hoy sería diferente pero el S.XX fue una época de cambios trepidantes y a mí me queda la pena de no haberme asomado a otros lugares o haberme detenido más en algunos acontecimientos.

    Con todo, debo decir que me ha gustado muchísimo conocer más sobre algunos temas que tenía algo despistados. El sufragio universal y la entrada en política de la mujer, pisando fuerte y dando pasos fundamentales para el crecimiento posterior del mal llamado sexo débil o los cambios en la jerarquía de las clases sociales, acercándolas un poco y eliminando algunas barreras. Pero, sobre todo, me ha encantado conocer un poco más la historia de Rusia y de sus gentes. Siempre me ha llamado la atención este país y me encanta que me cuenten cosas sobre él. Debo decir que, Kent Follet nos lo acerca de la mano de una familia cuando menos interesante.

    Además, el texto está bastante bien ambientado con lo que nos resulta fácil pasar del frío de Moscú o las calles de Londres, de la trincheras a los trenes de presidente americano, del interior de una mina a las amplias estancias de Ty Gwyn, la mansión en tierras galesas de los nobles ingleses.



    ¿Pegas? No demasiado graves si tomamos el libro como lo que es. Me ha dado la sensación de que el escritor deja ver demasiado sus preferencias y que, como suele ocurrirle, simplifica en exceso la naturaleza humana con personajes bastante estereotipados. Malos y buenos, siendo, normalmente, los ricos y poderosos los primeros y las clases bajas los segundos, aunque hay excepciones.

    Por otro lado, también es bastante conocido el gusto de este escritor por las escenas fuertes, tanto de violencia como de sexo. No varía mucho en este caso. Quizás las ha atenuado un poco y la violencia es más llevadera pero yo debo decir que, en cuanto al sexo, me cansa que recurra a él tan a menudo sin ofrecer novedades, siempre de la misma manera, nuevamente estereotipada. Me vais a perdonar pero los pechos de las mujeres, si son naturales, no suelen ser turgentes y redondos toda la vida…

    Dicho esto, me ha parecido un libro muy entretenido, de los que enganchan y se leen con facilidad a pesar de su enorme volumen ya que está escrito con mucha agilidad, los diálogos y las escenas de acción se suceden y no nos da tiempo a cansarnos de personajes y hechos por que saltamos continuamente de una lado para otro, acompañando a los protagonistas.

    ¿Lo recomiendo? Sí, pero como eso, lectura entretenida, sin esperar mucho más, en este caso, enriquecida por la lección de historia, más o menos fiel, que nos ayuda a pensar y a recordar que el ser humano es complicado y que vivimos un momento tan frágil como el que llevó a Europa a esa primera locura. Que no se nos olvide, a ver si sabemos actuar con más cabeza y menos prepotencia y orgullo.
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